18 jun 2011

Quimera I: ANIMAL SUICIDA

TESIS BÁSICAS

1-El ser humano es otro miembro más del reino animal. No puede decirse que sea “superior” o “inferior” a los demás animales, hablando en términos fisiológicos, éticos o de cualquier otra índole. Es, simplemente, el miembro más peculiar.

2-Como animales que somos, los seres humanos estamos gobernados por los impulsos e instintos naturales, los cuales nos guían en nuestro único y gran cometido biológico: sobrevivir. Debido al nuestro peculiar desarrollo evolutivo, esos instintos toman la forma de emociones, (admiración, gratitud, camaradería, desconfianza, pena, animadversión, enfado, etc.) las cuales a su vez pueden convertirse en sentimientos (amor, odio, fanatismo, etc.) El factor determinante del animal humano es la naturaleza emocional de este. Los humanos nos movemos por nuestras emociones, las cuales en última instancia responden a instintos animales, nuestros instintos animales, propios de cualquier otra especie.

3-Debido (una vez más) a nuestro peculiar desarrollo evolutivo, los humanos hemos sacrificado grandes zarpas, corazas protectoras y demás parafernalia por un único instrumento: la razón. La razón es nuestra “arma definitiva”; es la facultad de interpretar el mundo que nos rodea de la forma más objetiva posible y de actuar en consecuencia. A través de nuestro potencial intelectual, los humanos descubrimos cosas, creamos cosas y nos relacionamos con la vida “a nuestra manera”.

4-La actividad racional es incentivada por nuestras emociones. Puesto que la razón es un utensilio en nuestro poder, como antes se mencionó, no es algo autónomo que actúe por sí solo, sino que necesita de un incentivo, un motivo para ponerse a trabajar. Ese motivo son nuestras emociones, que nos guían para sobrevivir. Pero los humanos tenemos una forma de sobrevivir bastante especial, como expondré en la próxima tesis.

5-La supervivencia del ser humano, si bien es un imperativo biológico como el de los demás seres vivos, necesita de algo más que los meros instintos e impulsos. Debido a nuestra naturaleza emocional, los humanos somos seres emocionales que necesitan ser felices para llevar a cabo ese cometido. La felicidad es el verdadero elixir de la vida, es lo que motiva a un ser humano a seguir viviendo y progresar, a “ser” y ser lo máximo que puede llegar a ser. A sobrevivir, en última instancia. Un ser humano infeliz es un ser humano sin fuerzas para enfrentarse al mundo, hablando tanto física como psicológicamente.



Parece sencillo, ¿verdad?


No lo es tanto cuando cierto chalado ha tenido que publicarlo en un blog como este. No lo es tanto cuando aún quedan quienes se consideran superiores al planeta que los vio nacer, y reniegan de sus raíces animales. “Somos mejores que los animales, somos más dignos que los animales” proclaman en voz alta. ¿Por qué más dignos? ¿Por un cerebro más desarrollado? ¿Por una capacidad de modificar el entorno sin precedentes, hasta el punto de destruirlo para crear uno nuevo y artificial? ¿Por ser capaces de auto-torturarnos con nuestra propia mente a través de quimeras y negar lo que realmente somos, revolcándonos en la frustración?
              (Sí, debería ser "seguirme", pero yo no hice la viñeta)

Desde pequeños se nos inculca que debemos ser “civilizados”; se nos inculca que debemos ser “seres sociables”, que debemos ser “correctos”. Nunca se nos dice que debemos ser autónomos y responsables, sin que ninguna instancia superior nos observe con lupa para asegurarse de que lo seamos. “Si incumples las leyes, serás castigado.” ¿Quién nos castiga? Tampoco se nos dice que somos demasiado valiosos para tener que adecuarnos a unos roles con los que no nos identificamos, o para desperdiciar nuestro afecto en personas que nunca nos reportarán nada. “Si no tienes amigos, serás infeliz y marginado” ¿Quién nos margina? Y por supuesto, jamás se nos dice que estamos aquí para ser felices y buscar esa felicidad –ni que esa felicidad esté en escucharse a sí mismo.

Somos animales que no se escuchan a sí mismos. Desde que nacemos, se nos alinea en una sociedad mecanizada y consumista donde el único cometido es formarse para ser un engranaje más –cuanto más contribuyente (prodigalidad en el bolsillo) mejor. ¡Estudiar, trabajar, cobrar, pagar, volver a trabajar, volver a cobrar, volver a pagar! Y se nos dice que esto es lo que establece la “razón”. Que nos distinguimos de los animales que viven por vivir en el hecho de que somos racionales y podemos distinguir el bien del mal. ¿Qué clase de mente enferma puede concebir como bueno un sistema donde sus deseos quedan subyugados en pos de otra cosa? No sólo en el sistema laboral; en el sistema social se nos educa para que estemos prestos a cumplir con las expectativas de los otros, para rechazar a los que no se amolden al criterio mayoritario -y a entrometernos en los asuntos de los demás, con la excusa de que debemos velar por que hagan lo correcto (Si no por pura mezquindad, por rencor hacia los que están por encima de nosotros, sea cual sea el criterio de medida.) Y se tiene la hipocresía de decir: “Nuestros derechos acaban donde empiezan los de los demás. ¡Todo aquel que no siga esta máxima es un egoísta que merece ser castigado!” Debemos cumplir con el establishment para ser personas.

(Os animo a ver la película. De todos modos, os recuerdo que  no escapa a la Ley "el libro siempre supera a la película". Sólo Charlie y la fábrica de chocolate es la excepción que confirma la regla.)

Para "ser personas"...

Si actuamos por nuestra cuenta, somos malos. Si no aceptamos lo que nos ofrecen como “lo bueno”, somos malos. Si nos atrevemos a salirnos de lo establecido, no somos personas. Si nos atrevemos a renegar de lo que nos oprime, somos animales.
¡Y esta es la raíz de nuestro mal! ¡Somos animales suicidas porque nos auto-impedimos ser felices! ¡Crecemos en la cultura del miedo –se nos enseña a temer, y se nos enseña que para escapar de ese temor debemos cambiar, debemos “progresar para ser algo mejor de lo que somos ahora”! Pregunto: ¿necesitan las gacelas renunciar a su velocidad para ser gacelas? ¿Necesitan los tigres renunciar a su deseo de carne para ser tigres? ¿Se siente un animal culpable de ser lo que es? ¿No evolucionamos nosotros de los animales? Entonces ¿por qué deberíamos tener un sentimiento que nos debilita y nos impide enfrentarnos a la vida?


A través de una sutil maniobra, se nos inculca que nuestros impulsos y deseos nos llevarán a la destrucción, que al caminar en solitario haremos daño a los demás -y que destacar entre la masa, por exceso (siendo mejores) o por defecto (siendo peores), nos hará seres solitarios e infelices. Y efectivamente así es, ¡porque la propia sociedad trata al díscolo de forma que acabe siendo tal! Es algo tan viejo y tan antiguo como el “si te trato como un criminal, creerás ser un criminal y te convertirás en tal; si te trato como un Dios, creerás ser un Dios y te convertirás en tal.”
Nos tratan como a máquinas, y eso mismo acabamos siendo. Se nos inculca que vivir “irracional y egoístamente”,  es malo, y acabamos creyéndonoslo. Es entonces cuando el trabajo ha terminado –no somos autómatas de otros, sino de nosotros mismos. Nos auto-aleccionamos y auto-sugestionamos para actuar de tal o cual forma. Pero aunque nosotros seamos los titiriteros, seguimos siendo títeres.

(Sí, me encanta este tipo. ¿Quieres una piruleta por haberlo adivinado, Sherlock?)

Es imposible alcanzar la felicidad si uno reniega de su naturaleza. La felicidad es variable para cada individuo, pero tiene algo en común para todos: los individuos se sienten satisfechos consigo mismos, se sienten alegres de ser lo que son y alegres de lo que hacen. Una felicidad basada en el sometimiento, la renuncia y el temor a sí mismo no puede nunca ser felicidad verdadera. Una vida sin felicidad no es una vida natural –no es una vida animal. Piensa por qué motivo deberías temer a tus deseos. Por qué deberías considerarte mejor que el resto de la Naturaleza. Por qué no eres feliz. Y no te atrevas a decir “sí, pero…” a menos que quieras seguir siendo un autómata.
Y sobre todo, pregúntate por qué el vivir según tus impulsos va a llevarte inevitablemente a la destrucción –por qué, hagas lo que hagas, acabará siendo malo.
Si queremos dejar de ser unos suicidas, debemos abandonar los miedos del niño de guardería y la máscara de "superioridad humana" y arrojarnos a la satisfacción plena de nuestros apetitos. Ser los animales que siempre hemos sido y tener el valor de reconocerlo, dejando de temer el origen de nuestros deseos. ¡Vive según tus designios! ¡Haz de ti tu propio guía y sé feliz! ¡Y aparta de tu camino a cualquiera que te diga "no lo harás"!
¡Cumple con tu cometido biológico, pedazo de animal!

(Los de Wall Street no cuentan; ya estás tardando en hacer como este bicho. ¿Ves su sonrisa? ¡Es feliz, toma ejemplo!)

3 comentarios:

  1. Fantástico, de aquí a que los chavales te estudien en historia de la filosofía dentro de 50 o 100 años.

    Estoy totalmente de acuerdo con todo tras haberlo reflexionado, unido sus cabos y visto su sentido. Sin embargo, me cabe una única anotación:

    ¿Realmente podemos ser felices si solo hacemos caso a nuestros instintos (combinados, claro está, con nuestra herramienta, que es la razón) si no dejamos de vivir en esta sociedad? ¿Podemos dejar de ser autómatas mientras al mismo tiempo vivimos rodeados de ellos? Somos, para lo bueno y para lo malo, como las hormigas, un grupo homogéneo de miembros sin capacidad para cuestionar que se subyuga a un líder y es controlado por miembros de su especie. A mi juicio es imposible ser feliz, sobrevivir, como bien dices, si no nos acabamos adaptando a esta sociedad, porque si lo hacemos solo vamos a recibir rechazo. Podríamos hacerlo, sí, pero solo si nos vamos a vivir al monte como Heidi o a la selva como Moglie (creo que se escribe así), cosa que actualmente viene siendo difícil. Opino que la felicidad se encuentra en darnos cuenta de nuestra condición y nuestra situación dentro de este mundo inmenso de ovejas, y una vez seamos conscientes de ello, saber jugarlo a nuestro favor. Sí, sé que puede sonar en cierto modo mezquino, pero creo que es así.

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  2. Ese es, precisamente, el mayor problema. Hace falta inteligencia, y una fuerza de voluntad enorme para sobreponerse a esa presión, así como para saber reconocer y desenmascarar a las "vacas sagradas" que nos ofrecen. El aislamiento habría de hacerse a nivel mental y emocional, no físico (es, valga la redundancia, físicamente imposible).
    Eso nos plantea un segundo problema. Un individuo aislado, por "mejor" que sea respecto a los demás, es inevitablemente infeliz. Así que no sólo basta con recorrer el camino en solitario, sino que hay que encontrar a (como mínimo) un semejante con quien compartir experiencias y con quien sentirs bien. Y ese semejante ¿aparecerá en nuestras vidas, o lo rescataremos nosotros mismos de esa sociedad opresora?
    Es todo muy ambiguo, y como siempre digo hay que ser fiel a los propios pensamientos y sentimientos para acabar haciendo la elección más adecuada.

    PD: ¿Sabías que nuestro innato deseo de seguir a un líder es también una herencia biológica del reino animal? Estoy hablando a nivel científico, no metafórico. =o=

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  3. NOTA
    La clave que has dado al final es justamente la precisa, pero no para "la felicidad en sí", sino para "el comienzo del camino a la felicidad." Y no es mezquino, en absoluto... ¿ves a lo que me refiero cuando digo que se nos inculca que ser un lobo solitario es malo? o.<

    (Se escribe Mowgli ^_^)

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