5 jun 2013

QUIMERA X: ORDEN Y CONCIERTO. REIVINDICACIÓN DEL HEDONISMO EN TIEMPOS OSCUROS

A menudo tiende a pensarse que vivir atendiendo al propio interés conlleva inevitablemente el fastidiar a los demás, y que hoy en día es insultante e irresponsable vivir como a uno le parezca y buscando el placer estando tanta gente en la miseria. Que hay que mirar por el bien común y por las masas.

Dejando aparte la perogrullada de que las masas están compuestas por individuos y que para ser realmente efectivas necesitan uno o varios líderes (a.k.a. individuos que realizan su voluntad), parece olvidarse una cosa: el "individuo" es humano. Y como tal, tiene necesidades y motivaciones humanas. Y un humano sano NO es antisocial. Tal vez sea egoísta, soberbio o guste de trabajar sólo, pero hay ciertas necesidades y tareas que no pueden ser satisfechas más que colectivamente (hablemos de 3 individuos o 300)



El hedonismo y el individualismo no buscan el malestar ajeno (salvo que hablemos de tendencias sádicas, caso aparte), sino la autogratificación. El hecho de que dicha gratificación suela venir acompañada del malestar ajeno no es más culpa de dicho estilo de vida como del mundo donde debe desarrollarse. Porque la sociedad que hemos construido nos hace tan interdependientes, tan conectados a nivel material (estoy hablando de dinero) que para que alguien destaque otro debe perder. No hay más que ver cómo se mueve el dinero en nuestro mundo. Por qué somos el "primer mundo", y por qué existe un "tercer mundo", y cómo se ha llegado a dicha situación. Ni qué decir de qué es lo que la perpetúa en el tiempo, y con ahínco.

Hemos conectado el hedonismo y la gratificación con el dinero. Tanto puedes permitirte, tanto te diviertes. Y cometemos el error de demonizar a a diversión, y no al sistema que provoca que dicha diversión sea nociva y/o alientante. (Es paradójico por otro lado como estamos tan conectados en lo material y tan aislados en lo sentimental, gracias al ejército de autistas que están creando los juguetitos de bolsillo de hoy en día -pero eso es tema para otro post) Al fin y al cabo, ¿merece la pena un mundo sin diversión? ¿No es el objetivo de la vida ser feliz? ¿Qué es mejor, la felicidad obtenida de la diversión y el triunfo o la obtenida a través de la promesa de que te dejarán tranquilo, de que otros no interferirán en tu rutina diaria?



Todos amamos la fiesta. Todos amamos ser el centro de atención, tener nuestros 15 minutos de fama. Muchos no nos conformamos con sólo 15 minutos. A todos nos encanta encontrar un momento para despreocuparnos y dejar de llevar sobre los hombros las responsabilidades de nuestra vida -¿si no, a qué el emborracharse? Por poner los ejemplos más típicos y mayoritarios.

Y es bastante paradójico también que se critique el deseo de disfrutar y divertirse en pos de apechugar y preocuparse por los demás en estos tiempos oscuros. Sin negar que dicha preocupación esté justificada o sea deseable, tú para y piensa. ¿Cuando te has divertido realmente? ¿No llevas toda tu vida preocupándote de algo? Tus estudios, tu carrera, las cosas que harías mañana o el año que viene, tu trabajo, tu familia, tu hipoteca, tus imprevistos del día a día, las taras que te hayan tocado en la vida... bajo esos términos, es absolutamente imposible llevar una vida teniendo como eje la diversión y auto-gratificación. ¿Por qué se acusa entonces a la diversión y el querer vivir para uno mismo de ser la fuente de todos los males?



Por el ejemplo que nos inculcan y con el que nos bombardean día tras día. Los que nos han metido en el agujero, los verdaderos enemigos de la sociedad. Llámalos ricos, corruptos, aristócratas, burgueses, políticos y banqueros, vividores, privilegiados... como quieras. A diario vemos como se llenan los bolsillos a espuertas para vivir una vida de semidioses cuando nosotros tenemos que tragar mierda por un tubo a diario. Y dado que no podemos aspirar a ese ritmo de vida, vedado por el poco dinero que tenemos, se repite la moraleja Nietzscheana de la moral del esclavo: odiamos lo que queremos pero no podemos conseguir. Si a eso le sumamos el hecho de ser conscientes de que esa diversión es obtenida haciendo pringar a otros, tenemos todos los ingredientes para convertirnos en censores y atacar a cualquiera que viva mejor de nosotros.

Pero, en síntesis y para que quede definitivamente claro: el problema NO está en que se diviertan. La mayoría de nosotros haríamos lo mismo. o cosas peores, de estar en su pellejo. El problema es el sistema bajo el cual se divierten: las reglas del juego que provocan que si uno se divierte otro debe pringar.
Así que no culpes a otros por divertirse: culpa a aquellos que, divirtiéndose o no, perpetúan el sistema que provoca que la diversión se manifieste de esa forma.